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Somos en general, salvo las personas perfeccionistas o rigurosas en su autoanálisis, bastante benévolos con nosotros mismos. Creemos que, salvo excepciones, solemos ser razonables, con unos criterios más o menos ajustados a la realidad y con una mentalidad más o menos aseada, con nuestros defectos , sí. Pero llevamos mucho tiempo viviendo con ellos por lo que muchos de estos ya se han convertido en esos compañeros de viaje que no puedes evitar
Sin embargo, hay personas que pueden descubrirse un día como del lado de esas personas que llamamos tóxicas, dañinas. Puede ser una palabra, una decisión, algo que de pronto nos saca del letargo, o alguien que tiene la valentía de decírnoslo.
Por supuesto que hay muchas clases de personas que dañan el ambiente , están las que se caracterizan por su tendencia al conflicto o por su desidia y actitud pesimista, pero el tóxico crónico va más allá.
Busca decididamente hacer daño, imprimir sufrimiento o destruir moralmente a quienes le rodean. Son abusadores insufribles que buscan cualquier oportunidad para inyectar frustración y amargura en quienes interactúan con ellos.
Por ello no puede esperarse de ellos buenos modales, además cabe recordar que su estrategia es contaminar los ambientes con malas actitudes
En muchas ocasiones, somos nosotros mismos los que nos auto engañamos negando que seamos esos ‘vampiros emocionales’ porque tenemos una mal dia, porque siempre nos hemos comportado así, porque en casa , en el trabajo ya nos conocen y nos aguantan. Pensamientos que no hacen más que prolongar una situación insana. Tanto como para que los demás te pierdan el respeto, se alejen de ti, aunque tú creas que los tienes cerca (agarrados)
También hay personas que muestran pasividad y se hacen pasar por mosquitas muertas, son lo que necesitan constantemente de tu ayuda, los de la vela perpetua, los solitarios, los que critican incansablemente a los demás y despiden con su actitud pura lástima. Y ahora dime si tus lamentaciones corresponden a ese patrón
Si somos proclives a sembrar la duda sobre las cualidades y las competencias de los demás para descalificarlos y eliminar su autoestima. Si somos impermeables a la culpabilidad/responsabilidad y nos hemos convertido en expertos en deformar la realidad mediante las mentiras parciales y el juego del doble lenguaje, con insultos y halagos en el mismo discurso, ya no hay duda.
Lo peor es que no lo reconozcamos. Y será aún peor cuando alguien en algún momento, quizá el menos oportuno, desenmascare nuestra debilidad.
Las personas tóxicas siempre tienen algo que decir sobre lo que uno opina, nunca están de acuerdo con las ideas de los demás porque no les parecen suficientemente buenas o porque no son como las suyas.
Tienden a menospreciar las opiniones y/o gustos de los demás por el simple hecho de ser diferentes de los suyos y suelen obstaculizar los avances de quien tienen al lado para evitar la innovación y la creatividad.
El hecho de causar perjuicio a los otros significa que son personas dependientes puesto que no pueden sobresalir sin pisar a otros o sin la aceptación de quienes les rodean.
En los programas de desarrollo directivo de Humanos en la Oficina, mostramos y experimentamos con estrategias donde bombardeamos la dependencia con asertividad, pura y dura. A esas personas se las controla quitándoles su poder, escapando de ellas o no permitiéndoles acceso a nuestra intimidad.
No dejemos que eso ocurra si nos hemos convertido en la clase de persona que aquí se describe. No dejemos de controlar nuestro cambio dejando que la iniciativa ajena nos ponga una y mil veces en evidencia.
No lo conseguiremos en los primeros cinco minutos pero justo un segundo nos hace falta para decidir qué clase de personas queremos ser a partir de ese mismo instante
Fuente: elaboración propia